En una de las regiones más densamente pobladas del mundo, el espectro de la hambruna crece día a día en Gaza. Con el bloqueo continuo, la destrucción de la infraestructura y el colapso de las cadenas de suministro, asegurar siquiera una sola comida diaria se ha convertido en una lucha angustiosa para miles de familias.
Informes recientes de organizaciones internacionales confirman que más de la mitad de la población de Gaza enfrenta niveles agudos de inseguridad alimentaria, y algunas áreas han sido clasificadas por la ONU en la etapa de «pre-hambruna». Los niños se están consumiendo, las madres se saltan comidas para alimentar a sus hijos, y las familias recurren a alimentos inseguros solo para sobrevivir.
Lo que está sucediendo en Gaza va más allá de los números. Son rostros pálidos, manos temblorosas y llantos silenciosos que no se escuchan. En los hospitales, los casos de desnutrición aumentan, y con suministros médicos limitados y ayuda alimentaria escasa, la crisis amenaza con convertirse en una tragedia masiva.
Esto no es solo otra alerta: es un grito humanitario desde una tierra sitiada que solo pide el derecho a vivir.
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